Dudo mucho que a alguien le importe mi pasado, y más todavía que alguien lo conozca. Es posible que se deba a que nunca he hablado de él a alguien, que nunca me haya sentido lo suficientemente cómodo como para hablar de ello y, sinceramente, creo que es algo normal ya que todavía nadie me ha inspirado la suficiente confianza como para hablar de algo tan doloroso...
Sin embargo, necesito desahogarme, y este blog se ha convertido en el único lugar donde poder hacerlo... Es a través de las palabras la única forma que he encontrado de aliviar mi oprimido corazón.
Hay dos lugares, dos momentos de mi vida, que marcaron mi infancia, aunque no para bien. Desgraciadamente, estos momentos de mi vida tuvieron lugar durante mi etapa de escolarización (en dos colegios distintos), durante la infancia, un período que se supone marca, en cierto modo, tu vida. Haciendo acopio de toda la sinceridad y fuerza de voluntad de las que dispongo, no sé si algo bueno me llegó a pasar, pues no consigo recordar nada, pero sí recuerdo la mayoría de aquellos dolorosas experiencias.
La mayor parte de esas experiencias se concentran en mi primer colegio, al cual ingresé con la edad de tres años y donde pasé toda mi infancia hasta primero de la E.S.O., curso que repetiría ya en un nuevo colegio. Sinceramente, no quiero echar la culpa de esto a nadie (a veces es tal la frustración y la rabia que me invaden que no puedo evitar culpar de todo a aquellas personas que estuvieron, de un modo u otro, involucradas). El único culpable soy yo, aunque era algo que no podía controlar, y mucho menos hacer algo para cambiarlo; después de todo, era un niño, y tenía una enfermedad de la que todo el mundo -incluso yo mismo- no tenía constancia. Es posible que, algún día, me atreva a hablar de ella con detenimiento...
En numerosas ocasiones, mi madre tenía que venir al colegio a cambiarme de ropa. A diferencia del resto de niños, yo no tenía el "tiempo suficiente" para ir a hacer mis necesidades al baño o, simplemente, no me daba cuenta de ello. Cómo no, todo eso venía acompañado de las típicas burlas de "¡se lo ha hecho encima!", "¡se ha meado encima!"... por parte de toda la clase. Aun así, creo que era tan pequeño que siquiera le daba la más mínima importancia.
Años después, ya bastante avanzada la primaria, me quise apuntar al equipo de fútbol del colegio (en realidad, era un club "privado" pero asociado al colegio) y, bueno, las cosas no mejoraron, más bien todo lo contrario. Mi posición era como portero y, bueno, tuve mi momento de lucided. Recuerdo que en un partido, en medio del partido, tuve la necesidad de ir a mear, a lo que dejé la portería vacía y, bueno, ya os podréis imaginar el resto.... También recuerdo algún que otro entrenamiento en el patio del colegio. Siempre me iba el primero de los entrenamientos, siqueira llegaba a terminarlos, estaba cansado, tenía frío... En definitiva, era una persona muy débil, tanto física como emocionalmente...
En los recreos, la situación no cambiaba mucho. Deambulaba por los patios, si acaso en alguna ocasión tenía un grupito al que acoplarme, pero al final terminaría por darme cuenta de que tampoco era aceptado por ese pequeño grupo...
No recuerdo con certeza los acontecimientos que llevaron a que yo tuviera el mote, pero en la escuela se me llegaría a conocer como "el/la babosa", he de suponer que debido a que, constantemente, se me caía la baba.
Con todo lo que iba suceciendo, podéis imaginaros la opinión que la gente tenía de mí, cómo me veían, cómo se comportaban conmigo... Sin embargo, yo seguía aferrándome a mi inconsciencia sobre mi forma de comportarme, a que era un niño normal como el resto de personas y a que era "aceptado" por los demás.
Cómo no, tampoco soy capaz de olvidar ese "regalo" que me tenían preparado un par de compañeros de clase a la salida de la escuela (una mierda bajo una hoja), las numerosas veces que me han pegado y mi miedo a encontrarme con ellos hasta en la escuela, las veces que me han hecho chupar el suelo, comer hierba...
Por otro lado, mis notas no eran buenas, yo no era buen estudiante (hoy en día, puedo decir que se debía, principalmente, a mi enfermedad, y en una pequeña parte a mi propia actitud y ausencia de fuerza de voluntad). Pese a eso, hasta sexto de primaria había conseguido aprobar todas (ya fuera en junio o en septiembre). Sin embargo, en el año en que di el paso a primero de E.S.O. todo se torció, mi vida y mi propio corazón dieron un vuelco de 360 grados. Empezaba a no sentirme a gusto en el colegio, empezaba a darme cuenta de lo solo que estaba... Aun así, en mi corazón todavía quedaba un pequeño atisbo de esperanza, un pequeño rayo de luz. Desgraciadamente, un día, todo eso murió, ese atisbo de esperanza se rompió en mil pedazos y aquel rayo de luz se desvaneción entre las sombras.
Fue en la clase de educación física. Esta vez, teníamos una actividad inusual: El profesor nos mandó hacer un círculo; hacto seguido, nos dio una hoja de papel a cada uno y nos pidió que escribiéramos en ella nuestros nombres. La actividad consistía en que la hoja pasaría por cada uno de nosotros y en ella cada uno escribiríamos, a modo de lista, lo que cada uno pensaba de la persona propietaria de la hoja. Nunca imaginé que lo que iba a ver en la hoja pudiera herirme tanto... Ni una sola persona había escrito algo positivo de mí, todo era: "es imbécil, un idiota, es feo, retrasado, se comporta como un subnormal, es un payaso, y más cosas que no consigo recordar y que tampoco quiero... Ese día, mi vida se derrumbó para siempre.
Todo lo que he contado hasta ahora, la pasividad total de los profesores (creo que era evidente que debía tener algún problema, mi conducta no era normal)... llevaron a que quisiera cambiarme de colegio. Sin embargo, me atormentaron hasta el último día. Los rumores de que me iba a ir se extendieron, y mucha gente de clase se agolpaba a mi lado expresando falsos sentimientos de pena, pues en el fondo, y no tan en el fondo, se alegraban, y mucho, de que yo me fuera.
Nadie se molestó por mí, nadie quiso ayudarme... Estaba solo en un mundo que no me comprendía y que yo mismo no entendía e incluso odiaba...Aun hoy en día, creo que nadie se ha molestado por conocerme a fondo...
Cuando decidí cambiarme de colegio, pensé que mi vida mejoraría (ahora era consciente de mi TDAH, y pensaba que como la gente no me conocía, sería como empezar de cero...). Estaba demasiado equivocado. Durante los dos primeros años de secundaria, la tormenta no amainó...
Yo estuve en uno de esos dos colegios y terminé hasta los cojones de la mayoría de hijos de puta que había allí, de sus padres y de los profesores, que se la traía muy floja. Cuando me fui también vinieron los últimos días a contar mierda haciéndose los afectados.
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ResponderEliminar¿Sabes a qué dos colegios me estoy refiriendo?
Sí, al menos uno de ellos.
Eliminar¿Nos conocemos? Sinceramente, siento basante curiosidad.
ResponderEliminarYa ves... Hace mucho tiempo, antes de descubir el TDAH y la concerta, me decían que atendiera en clase y esas cosillas, cosa que me era imposible pese a lo mucho que lo intentara o me lo dijeran.
ResponderEliminarSi piensas que mi intención es amargar a los demás, te equivocas (mierda, ya no sé ni cómo interpretar tu puta frase).
Fíjate, no lo llego a escribir, a comentártelo... Y sólo es una décima parte.
¿Te acuerdas de lo que pasó el 28 de octubre?
Ag, si es que no sé ni qué decir.
No he coincidido contigo en ese colegio pero sí, nos conocemos.
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