"Mis pensamientos se me antojan inalcanzables, como serpientes reptantes que se enroscan y se desenroscan unas encima de otras, encogiéndose y disparándose hasta quedar fuera de mi alcance.
Se hunden en aguas tenebrosas donde no puedo seguirlos.
Una de las verdades más extendidas de la vida es que todos damos por sentadas cosas que son, así, sin más. Una vez trasncurrido el tiempo suficiente, un cónyuge, un amigo, una familia o un hogar pasan a ser la normalidad aceptada de nuestras vidas.
Hasta que no nos enfrentamos a lo inesperado, hasta que lo normal desaparece, no llegamos a apreciar realmente lo que antes tuvimos.
He dicho esto, he reconocido y sentido esto tantas veces...
Sin embargo, otra vez siento que me tambaleo, y las serpientes se deslizan por mi lado, se burlan de mí.
No puedo darles alcace, no puedo desenredar sus cuerpos entrelazados.
Lo mismo sucede con la persona enferma que de repente debe enfrentarse a la mortalidad, cuando las cadenas paralizadoras del concepto "para siempre" se rompen. Cuando el tiempo se acorta, cada momento se convierte en algo importante. A lo largo de mis viajes he conocido a varias personas que, cuando un clérigo les dijo que no les quedaba mucho tiempo de vida, me confesaron que su enfermedad era el mayor acontecemiento de su existencia. Insistían en que los colores se volvían más vívidos, los sonidos más agudos y significativos y placenteros, y las amistaes más entrañables.
La ruptura de la rutina normal da nueva vida a la persona. Esto es paradójico, teniendo en cuenta que, al fin y al cabo, el catalizador es la inminencia de la muerte.
Sin embargo, aunque lo sabemos, aunque seamos personas curtidas, no podemos prepararnos para esto."
Drizzt Do'Urden.
R.A. Salvatore.
Neverwinter III - La Garra de Charon.
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